miércoles, 10 de octubre de 2012

Parque del río Arlanzón. Burgos


Permite atravesar el río Arlanzón comunicando el barrio de San Pedro de la Fuente con el Hospital del Rey, permitía a los peregrinos qaue recorrían el Camino de Santiago, cruzar el río una vez atravesada la ciudad. 

Se trata de un puente de piedra exclusivamente peatonal.

Su construcción data del reinado de Alfonso VIII, el de las Navas de Tolosa, para facilitar el acceso al Monasterio de Santa María la Real de Las Huelgas. 

El Hospital de San Lázaro de los Malatos, leprosería dio nombre al puente.



El nombre de malatos tiene un origen legendario en la palabra Malosatos, proveniente de los puestos en los que se instalaban los ropavejeros, exponiendo su mercancía en malos hatos.

La riada de febrero de 1900 destruye el puente, que por el mismo motivo fue varias veces reconstruido manteniendo muchos de sus caracteres originales.






Pasarelas sobre el río Arlanzón




 
Puente de San Pablo 

Permite atravesar el río Arlanzón comunicando con el recinto amurallado con el antiguo convento de San Pablo. 

En el solar sobre el que se edificó el Museo de la Evolución Humana estuvo en siglos pasados el desaparecido convento de San Pablo de Burgos, de la orden de los dominicos. Recordar que el yacimiento de Atapuerca está en tierras burgalesas.

El ciclo cidiano es el conjunto de ocho esculturas realizadas por Joaquín Lucarini colocadas en el puente de San Pablo. Se trata tanto de familiares como de personajes que tuvieron relación con la vida de Rodrigo Díaz de Vivar.

Originariamente defendía la torre del mismo nombre y según la tradición se construyó a expensas de la Hermandad de los Reyes Magos, fundada por el conde Fernán González y vulgarmente conocida como Cofradía de los 13 Caballeros, ya que en sus estatutos queda establecido como sus miembros no deben exceder de tal número.


Cada uno de los 13 cofrades se hizo cargo de la construcción de un arco, y de ese modo se sabe que en su origen tenía trece arcos, aunque en la actualidad solo tiene ocho, quedando los otros cinco sepultados bajo el pavimento de la plaza de Mío Cid, anteriormente de Miguel Primo de Rivera, llegando hasta donde hoy se encuentra la estatua ecuestre de Rodrigo Díaz de Vivar.


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